Estatua de Júpiter
Júpiter, dios romano asimilado de Zeus, aparece como el poder supremo: el preside el consejo de los dioses. Originalmente, es la divinidad del cielo que provoca la lluvia, lanza rayos y relámpagos, y mantiene el orden y la justicia en el mundo. Es, por tanto, por este motivo que tiene como atributos el cetro (que aquí tenía en su mano derecha) y el rayo alado (en la mano izquierda). Es el garante de la fidelidad de los tratados y, en particular, de los oficiales (cónsules y emperadores) que se sitúan voluntariamente bajo su protección.
La cabeza del dios expresa aquí la fuerza de aquel que gobierna las tormentas y la grandeza serena de aquel que hace reinar la justicia tanto en la tierra como en el cielo. Su espesa y abundante cabellera, ceñida mediante una banda por donde se escapan rizos ondulantes a través de su rostro. Su barba opulenta aumenta el vigor de su mentón. Por un lado, la estatura en quiasmo del dios (contorneo provocado por el apoyo sobre una pierna) y, por otro lado, su apariencia de hombre entrado en años, imponen el respeto.
Adquirido gracias al Fondo Regional de Adquisición por los Museos.